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Estas ideas pueden ser útiles para una persona que desee beber menos cantidad de alcohol:

  • Escribir qué razones empujan a recurrir menos a la bebida: ponerse en forma, dormir mejor, volver a hacer cosas que gustaban y se han abandonado, disfrutar de mejor salud, evitar otros problemas relacionados (gasto excesivo de dinero, relaciones mediatizadas por la bebida, agresiones, etc.).
  • Marcarse un límite: se puede elegir entre no beber alcohol o reducirlo a una cantidad que no provoque efectos indeseables. Conviene planificarse antes de salir, ya que en entornos festivos –y bajo sus efectos– es más difícil tomar decisiones y mantenerlas.
  • Evitar el consumo diario.
  • Si se bebe, hay que asegurarse de no superar una o dos consumiciones al día, en el caso de las mujeres, o de dos o tres en el de los hombres.
  • Sustituir bebidas de alta graduación –destiladas– por otras de menor concentración, como cerveza o vino.
    Disminuir el número de consumiciones en cada ocasión, tanto si se bebe de manera habitual como si sólo se usa de vez en cuando (en celebraciones o cuando se sale). Conviene dejar pasar un período mínimo de una hora entre dos bebidas alcohólicas.
  • Evitar tanto tener bebidas alcohólicas a mano como frecuentar los locales asociados a su consumo (ciertos bares o discotecas, etc).
  • Beber despacio.
  • Alternar el consumo con bebidas sin alcohol (agua, zumos, refrescos, cerveza 0%, etc.).

Si se bebe alcohol, conviene ser capaz de tomar decisiones razonadas y de mantenerlas cuando se tiene cerca. Quien lo usa, lo hace porque busca ciertos efectos; cuando se bebe demasiado o mal, el resultado suele ser contrario al esperado.

Informar a amigas y amigos de la decisión de consumir mejor o de dejar de hacerlo suele ayudar. Si algunas personas de nuestro entorno nos incitan a un consumo problemático, conviene plantearse seriamente si no se estará mejor con otras.

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