La cocaína se consume –en la mayoría de los casos– mediante aspiración por la nariz (esnifándola), por lo que es absorbida rápidamente por las mucosas.
La alta vulnerabilidad de las mucosas nasales –de ahí que la nariz sangre fácilmente (epistaxis)– provoca que exista riesgo de contagio de infecciones (como las hepatitis B y C o el VIH) si se comparten herramientas de aspiración. Hay que tener en cuenta que todos los utensilios utilizados para el consumo son personales e intransferibles, para que los consumos sean lo más higiénicos posibles.
En el caso de consumir cocaína esnifada, también se corre el riesgo de dañar la nariz, por lo tanto, se recomienda asegurarse que la sustancia no contiene trozos grandes, pulverizarla bien, para no lesionar las fosas nasales. También se recomienda limpiar las fosas nasales con agua tibia, preferentemente salina, después del consumo por la misma razón.
También se puede fumar impregnada en un cigarrillo o inhalando los vapores de su combustión, quemándola en papel de aluminio.
Las sales de la cocaína son solubles en agua. Esto hace posible que algunas personas drogodependientes a sustancias por vía intravenosa también se la inyecten. Los riesgos asociados a la acción de la cocaína por esta vía comportan mayor riesgo de sobredosis por reacciones del aparato cardiovascular, abscesos, riesgo de enfermedades infecciosas, además de los riesgos de contagio de enfermedades por compartir la parafernalia de inyección.
La mayoría de las personas han decidido no consumir cocaína. No obstante, la práctica frecuente de compartirla hace que pueda ser conveniente plantearse –en caso de ser invitado– cómo mantener la decisión de no consumir.
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