Sus efectos más significativos son psicológicos y dependen, en gran medida, de la cantidad ingerida. Según la dosis administrada, pueden variar desde pequeñas distorsiones en las percepciones, a alucinaciones y desconexión de la realidad.
Como las demás drogas alucinógenas, estos efectos tienen una estrecha relación con las expectativas de la persona consumidora y el contexto en el que se encuentra, es decir, lo que espera de la experiencia, el lugar y el momento donde se produce, las personas que le rodean y su situación personal, determinarán en gran medida si el tipo de experiencia es gratificante o, por el contrario, desagradable.
Las setas alucinógenas también pueden ocasionar alteraciones psiquiátricas graves, como cuadros de ansiedad y psicosis. Por lo general, es raro que estas sensaciones se prolonguen más allá de la duración de sus efectos. Sin embargo, a personas con predisposición a sufrir algún tipo de trastorno psicológico o psiquiátrico, su consumo les puede desencadenar un trastorno temporal que remitirá con el tiempo (trastorno de ansiedad) o que será crónico (esquizofrenia). De ahí que esté especialmente contraindicada en personas con estos problemas.
Si se consumen setas alucinógenas, no se debe conducir ni usar máquinas.
Evita experimentar los efectos de una droga mezclándola con otra, es más probable que algo salga mal.
Esta distorsión de la realidad –en algunas personas con predisposición y/o cuando el consumo ha sido de mucha cantidad– puede cronificarse. Una expresión tradicional catalana “Estar tocat del bolet” (cuya traducción literal sería “Estar tocado por la seta”) apunta justamente a estos efectos irreversibles.