Todas las adicciones son multicausales, es decir, hay múltiples factores biológicos, sociales, culturales y psicológicos interrelacionados.
En experimentos realizados con animales de laboratorio se ha demostrado que la realización de actividades placenteras activa la segregación de endorfinas. En condiciones de laboratorio, donde el estímulo placentero está siempre disponible, el cerebro acaba relacionando el estímulo con la segregación de endorfinas y tiende a la repetición de la actividad. El circuito de la dopamina se va reforzando hasta desarrollar un trastorno adictivo.
Aunque esta es la hipótesis neurobiológica más aceptada para las adicciones, el cerebro de los humanos es claramente distinto al de los citados animales. La motivación, la capacidad para tomar decisiones o anticipar consecuencias, el autocontrol de los impulsos…. son características que se encuentran en la corteza cerebral humana.
Así, la mayoría de las personas que van de compras, practican sexo, deporte o juegan con el ordenador no desarrollarán un problema de adicción sin substancia. Pero en personas con un determinado perfil psicológico, con alta impulsividad, mayor necesidad de búsqueda de sensaciones, trastornos del estado de ánimo o con trastornos obsesivos compulsivos… y/o ante la concurrencia de determinados factores socioculturales, el riesgo de desarrollar una adicción es más elevado.