Para la mayoría de personas adultas, tomar bebidas alcohólicas con moderación no suele comportar ningún riesgo significativo para su salud. Se considera un consumo moderado de alcohol que una mujer no supere una o dos consumiciones diarias, y un hombre, dos o tres, intercalando dicho consumo con días de abstinencia.
Superar estas cantidades –y especialmente cuando se mantienen a lo largo del tiempo–, fácilmente acarreará problemas de salud orgánica y mental. Y posiblemente desencadenará conflictos en las relaciones, en los estudios y/o en el trabajo.
Pese a establecer esta clasificación entre el consumo prudente y el consumo de riesgo, otras variables también determinan si una relación con el alcohol es problemática. En cualquier caso, deberían abstenerse de tomar bebidas alcohólicas:
- Las mujeres embarazadas.
- Los niños y los adolescentes.
- Las personas que han de conducir un vehículo o de realizar actividades peligrosas o de precisión.
- Quien esté tomando determinados medicamentos (consultar con el especialista).
- Las personas que padecen ciertas enfermedades.
- Cualquier persona que sufra problemas derivados del abuso de alcohol.
Disponemos de dos criterios para saber qué uso de alcohol nos puede perjudicar: razones objetivas (cantidad y frecuencia) y aspectos individuales.