Algunas personas piensan que, como el cannabis es un producto natural, su consumo no supone riesgos importantes. Es importante recordar que el hecho de consumir un producto vegetal que crece de forma natural –en vez de un producto elaborado industrialmente– no supone automáticamente su inocuidad. No hay duda de que en la naturaleza existen ejemplos abundantes de especies vegetales con potenciales riesgos para el ser humano.
Hay que tener presente que en el cultivo de cannabis se utilizan los mismos procedimientos (selección y manipulación de semillas, uso de fertilizantes, herbicidas y pesticidas, etc.) que en la producción agrícola de otros productos vegetales. Incluso cuando el cannabis se cultiva en casa, es posible que se utilicen semillas que han sido objeto de una selección o de manipulación genética para mejorar el rendimiento y el contenido de principios activos de la planta.
La marihuana que se procesa para elaborar el hachís o el polen del mercado de la Península proviene en su mayor parte del Magreb. En su producción se utilizan los mismos procedimientos agresivos que en la agricultura intensiva (aplicación de herbicidas, fungicidas y pesticidas), y estos productos pueden provocar problemas de salud asociados.
El hachís adquirido en el mercado ilegal, y el polen, aunque este normalmente en menor proporción, está adulterado. Es difícil encontrar variedades de una pureza que supere un tercio de su peso, mayoritariamente se adultera con partes de la propia planta (como las hojas o los tallos).
Deberían evitarse expresiones del tipo “la marihuana es más sana que el hachís”, porque tal valoración únicamente tiene en cuenta su adulteración. Para un chico o para una chica lo “más sano” en estos casos, y lo “menos perjudicial”, sería no consumir.
No sólo el mercado ilegal crea cultura de consumo y mueve mucho dinero. Parece que también hay empresas muy interesadas en expandir el negocio cannábico.