Sus efectos euforizantes pueden cambiar la percepción de uno mismo y de las relaciones, lo que puede facilitar el contacto interpersonal, la pérdida de vergüenza y facilitar, en ese sentido, un encuentro sexual.
No obstante, a pesar de que la cocaína se cita como estimulante sexual, es un estimulante del sistema nervioso central y su consumo puede dificultar la erección y la eyaculación, así como retardar o anular el orgasmo. Puede provocar, en ocasiones, trastornos como la disfunción eréctil y el priapismo (erección del pene prolongada, indeseada y dolorosa).
Bajo los efectos de la cocaína, pueden darse sensaciones de intensificación de la sensualidad que disminuyan la percepción del riesgo ante las infecciones de transmisión sexual o los embarazos no previstos. Es bien sencillo: el uso de preservativo evitará problemas futuros.
Por otro lado, tras los efectos de euforia aparecen los de depresión, por lo que la persona dejará de estar receptiva a buenas experiencias, estropeando una vivencia que, sin adulterantes, puede ser todo lo placentera que se decida.