Aunque el consumo de benzodiacepinas, en ocasiones, va asociado a un tratamiento médico por dependencia a drogas, con la finalidad de aliviar los efectos no deseados de la abstinencia (DSM-V); puede producir diferentes interacciones, algunas de las cuales pueden ser:

Benzodiacepinas + sustancias estimulantes: genera confusión en los efectos de ambas sustancias, con lo que no se experimentan las sensaciones esperadas de ninguna de las dos.

Algunas personas utilizan benzodiacepinas para poder dormir después de utilizar drogas estimulantes (cocaína, speed, metanfetamina…). Aunque puede solucionar un problema puntual, ambos tipos de sustancias tienen un potencial de dependencia elevado y los efectos adversos son difíciles de prever.

Benzodiacepinas + sustancias depresoras: los efectos de ambas se incrementan y pueden llegar a intoxicaciones potencialmente mortales. Causan somnolencia y/o disminución peligrosa de la frecuencia cardíaca y la respiración, así como de la capacidad de reacción.

Por su elevada accesibilidad y frecuencia de consumo, debemos destacar el caso del alcohol. El uso simultáneo de benzodiacepinas y alcohol, incluso en dosis moderadas, multiplica el riesgo de efectos adversos (somnolencia excesiva, falta de coordinación, amnesia…). En dosis elevadas, la combinación de alcohol y benzodiacepinas puede ser mortal.

Psicofármacos depresores + sustancias alucinógenas: aumentan los riesgos y las consecuencias negativas de ambas. La dosis de benzodiacepinas necesaria para eliminar los efectos alucinógenos (ante un “mal viaje”, por ejemplo) suele ser muy elevada y debe administrarse en un contexto médico.

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