Son medicamentos que actúan sobre el cerebro y que, en general, producen efectos psicológicos. Se utilizan para el tratamiento de distintos trastornos de salud mental, ya sean agudos (puntuales) o crónicos (permanentes).
Los psicofármacos pueden clasificarse como psicofármacos estimulantes (derivados anfetamínicos que se utilizan en el tratamiento de algunos síndromes, como hiperactividad y otras enfermedades poco frecuentes) o depresores (hipnosedantes, anestésicos…).
Existen distintos tipos de psicofármacos:
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Neurolépticos o tranquilizantes mayores: haloperidol, risperidona, olanzapina… Se utilizan en el tratamiento de la esquizofrenia y de otros trastornos psicóticos. En general, producen una gran sedación y efectos adversos importantes.
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Ansiolíticos o hipnosedantes: los más utilizados son las benzodiacepinas (diazepam, lorazepam, alprazolam…), más conocidos por sus nombres comerciales (Valium®, Orfidal®, Trankimazin®…). Otros fármacos de esta familia son los derivados de benzodiacepinas (zolpidem, zopiclona…), barbitúricos y carbamatos.
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Antidepresivos: se usan para el tratamiento de la depresión y otros trastornos (ansiedad, obsesivo-compulsivo, trastornos de la alimentación…). Producen efectos en personas deprimidas y con otras patologías, pero no mejoran el ánimo ni cambian el humor en personas sin enfermedad.
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Estabilizadores del ánimo: sales de litio, que se utilizan en el trastorno obsesivo compulsivo.
El uso de psicofármacos en un contexto médico y, en general, asociado a otras medidas, como el apoyo psicológico, se entiende que es terapéutico. Por el contrario, se consideran “sustancias de abuso” si se utilizan sin control y sin prescripción médica.
Los psicofármacos pueden ayudar a encontrarse mejor pero es necesario hacer uso de ellos por prescripción y con control médico, como complemento a otras estrategias de afrontamiento de problemas y no deben mezclarse con bebidas alcohólicas, otras drogas u otros psicofármacos.
Los psicofármacos depresores, en especial las benzodiacepinas, son los que generan problemas con más frecuencia. Esto es así por diversos factores: porque son el grupo de fármacos más recetados después de los antibióticos por su elevado potencial de provocar dependencia y tolerancia (pérdida de eficacia y necesidad de incrementar la dosis para conseguir el mismo efecto), síndrome de abstinencia en dependientes. Además, en ocasiones pueden aparecer alucinaciones, delirios o ideas de suicidio